jueves, 27 de diciembre de 2012

La eternidad en un suspiro
(Insomnio)

No sería capaz de explicar con total certeza los motivos de mi insomnio, tan solo sé que cada noche hace la tarea de dormir un poco más dura que la anterior. De no ser porque es físicamente imposible, diría que tal vez es por dormir demasiado. ¿Demasiado? Sonaría a chiste de no ser porque el malestar con el que me levanto no me hace ninguna gracia. Podría ser que en mi cabeza se agolpen demasiados pensamientos, demasiados asuntos pendientes como para bajar la guardia y descansar. Porque todo en estos días constituye un asunto pendiente; me exijo cada día más, y cada día soy capaz de menos. Todo lo malo se puede cambiar, todo lo bueno se puede mejorar. Y mientras tanto acechan los miedos.

Es cierto que mi vida ha dado giros, tumbos y piruetas en los últimos meses. No muchos lo han visto, la mayoría de quienes me rodean ni siquiera se han percatado de ello. Pero en lo más profundo de mi ser han cambiado muchas cosas en apenas un par de meses. Tal vez mi insomnio se deba a que ni siquiera mi cama sigue en su sitio para acoger mi letargo. Desde aquel viaje a mis raíces he sufrido y disfrutado, reído y llorado tanto, que a veces me parece que estos dos meses hayan pasado en cuestión de segundos; otras veces, cosa de años. Y se aprende, se aprende tanto que apenas me reconozco. La duda prolifera en mí a cada instante.

Me siento culpable a ratos, sospecho haber sido el detonante de toda esta vorágine de cambios que se ha producido a mi alrededor. Desaté el saco de los truenos por no conformarme con palabras ajenas, y desde entonces he descubierto mis mayores virtudes, pero también mis peores defectos. Me he sentido la criatura más afortunada sobre la faz de este infesto planeta, y por momentos también la más estúpida. He visto a mis barreras derrumbarse una a una, sepultando a mis principios con cada sacudida. Y las he visto crecer más sólidas e inquebrantables que nunca, y a mis valores volar aún más alto hasta casi sentirlos lejanos de nuevo.

No sé si todo este tiempo he sido un valiente, o quizás un insensato. Sea como sea, lo cierto es que jamás he tenido miedo de nada, ni siquiera de la muerte (a la que en alguna ocasión incluso he buscado). Y sin embargo ahora, temo por cada palabra, por cada gesto. No por mí, sino por las consecuencias que mi saco de truenos puede tener sobre las poquitas personas a las que quiero. En estos dos meses he vuelto a sentir tantas cosas... 25 años forjando una red de teorías que diesen forma y sentido a mi vida, pero cuando una de tales teorías dejó de parecerme convincente, toda la red cayó en un suspiro. ¿Y ahora qué? Ahora volver a empezar, volver a creer, volver a confiar... ¿confiar? Tal vez. Y quizás algún día, volver a descansar.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz Saturnalia
(Desengaño)

Porque nunca está de más celebrar y felicitar las fiestas, pero no unas en las que no creo, y que ni siquiera tienen una base sólida. ¿Alguna vez alguien se ha parado a pensar por qué en estas fechas se celebran copiosas comidas, cuando el 'Señor' supuestamente nació bajo el manto de la pobreza? ¿Por qué adornamos un árbol, si tal nacimiento tuvo lugar en un país prácticamente desertizado? No tiene mucho sentido, ¿verdad? Como la mayoría de las cosas en esta podrida religión. Pero no estoy hoy aquí para echar por tierra todas esas costumbres, por mucho 'cariño' que le tenga a este invento. Hoy estoy aquí para arrojar un poco de luz sobre ellas.

Y es que resulta que casi todas las costumbres que tradicionalmente asociamos a la Navidad, no pertenecen a ella, sino a una antigua fiesta romana, las Saturnales (Saturnalia en latín). Esta fiesta data del año 217 a.C., lo que significa que nació dos siglos antes que nuestro venerado 'Señor'. Las Saturnales originariamente comenzaban el día consagrado a Saturno por el calendario romano, el 17 de diciembre. Se celebraban a la luz de antorchas y velas (¿os suenan las clásicas velas de Navidad? Pues ya sabéis de dónde salieron), celebrando el fin de la siembra -de ahí que se honrase al dios de la agricultura-, y el nacimiento del Sol Invictus, es decir, la llegada del solsticio de invierno y el fin de los días más cortos (que tenía lugar el 25 de diciembre, otro dato cuanto menos curioso). Y es que antiguamente se creía que el Sol era mortal, nacía el 25 de diciembre, momento en el que empezaban a alargarse los días (correspondiendo al crecimiento del sol), y moría el 25 de diciembre del año siguiente, día más corto del año, dando paso a un nuevo sol. A pesar de que la fiesta oficial sólo era el día 17, esta fiesta pagana era tan apreciada por los romanos que la celebraban durante 7 días, desde el 17 hasta el 23 de diciembre. Varios fueron los intentos de Augusto y Calígula por reducir estas fiestas, pero no sólo no lo consiguieron, sino que a finales del siglo I las fiestas OFICIALES abarcaban ya los 5 días jurídicos.


¿Y por qué eran tan queridas estas fiestas? Pues porque eran llamadas las fiestas de los esclavos. Y en una sociedad donde el 90% de la población pertenecía a este estrato social, eso marca. Durante estas fiestas los esclavos eran tratado como iguales en todos los aspectos de la sociedad, e incluso en casos extremos algunos amos accedían a intercambiar sus papeles durante estos días, sirviendo a sus propios sirvientes. Se les hacían regalos como agradecimiento por el esfuerzo y la ayuda (si bien era ayuda forzosa) en las tareas del campo. Se organizaban grandes banquetes y bulliciosas celebraciones en 7 días en los que la rutina y el aburrimiento no tenían cabida. Regalos, banquetes, manjares, amabilidad y generosidad por doquier... ¿os suena? Incluso el omnipresente 'árbol de Navidad', era en realidad un arbusto o un árbol pequeño que cada años por estas fechas se plantaba y se adornaba en los patios de las villas. Al fin y al cabo, las Saturnales se celebraban en honor a Saturno, dios de la agricultura.

Recapitulemos entonces lo que sabemos sobre Navidad y sobre Saturnalia:
* Las famosas velas de Navidad, pertenecen en realidad a los festejos de las Saturnales.
* Las flores, muérdago y demás decoración vegetal servían para honrar a Saturno.
* La celebración original del 25 de diciembre corresponde al Sol Invictus (217 años antes del nacimiento del 'mesías')
* La prolongación de las fiestas durante varios días, son originarias de la fiesta romana.
* Los regalos 'navideños' que a menudo se realizan por estas fechas, en realidad son herencia de los que recibían los esclavos en las Saturnales.
* Las comidas copiosas y caras son propias de los festejos de los esclavos, nada tienen que ver con el nacimiento de un niño bajo el manto de la pobreza.
* El 'espíritu navideño' corresponde al trato que en Saturnalia recibían los esclavos, toda amabilidad y respeto.
* El clásico árbol de Navidad, se adornaba en la fiesta pagana en honor a Saturno, dios romano de la agricultura.

¿Qué nos queda realmente de la Navidad? ¿El Belén? Ah no, que Benedicto XVI se ha cargado a los animales, a los pajes, y ni siquiera los reyes magos eran reyes en realidad o.O Y es que resulta que el cristianismo no era capaz de erradicar esta tradición romana, tan fuertemente arraigada que ni por las buenas ni por las malas pudieron los primeros cristianos quitársela del medio. De ahí que adoptaran una medida desesperada: hacer coincidir el nacimiento de su falso niño-dios con esas fiestas. Tanto es así, que el nombre actual de esta festividad no surgió hasta mucho más tarde, hacia el siglo III. En un principio la Navidad sólo se celebraba el día 25, pero los paganos fueron gradualmente desplazando sus costumbres al día de Año Nuevo, resistiéndose a ser engullidos por el afán controlador del cristianismo. Por esto es, que ahora la Navidad abarca también todo un periodo de tiempo, con el fin de no permitir en modo alguno la supervivencia de las Saturnales. Asimilaron, como podéis ver, todas y cada una de las costumbres de las Saturnales; en algunos casos intentaron darle un nuevo sentido conforme a su novela 'sagrada', en otros sencillamente no había por dónde cogerlos. Y ahora pienso yo, ¿qué celebramos en realidad? Seguimos acogiéndonos a todas esas costumbres romanas. En nuestros días fuertemente marcadas por el consumismo, pero romanas al fin y al cabo. En cualquier caso, al menos a mí me resulta mucho más agradable celebrar una fiesta en honor a la agricultura y en favor de los marginados, que hacerlo en honor de un personaje de ficción. Ya es cuestión de gustos personales, pero a mí me parece una fiesta mucho más digna. De modo que, sí, por supuesto que deseo a todo el mundo unas felices fiestas, pero valorando en detalle el modo de celebrarlo de cada cual...



Debo especial agradecimiento a mi gran amiga Laura 'manzana' por haberme enseñado algo de todo esto y animarme a investigar, y en definitiva por darle un nuevo sentido a esta 'Navidad' que odio cada año más que el anterior. Muchas gracias, guapa n.n

viernes, 21 de diciembre de 2012

Wo bist du? (¿Dónde estás?)
(Ausencia)

Para hoy, no puedo hacer más que compartir una canción que, sin decir realmente nada (muy al estilo de Rammstein), dice en realidad todo cuanto puedo decir. No necesito presentar la canción, ni justificar por qué he elegido esta y no otra. Ni siquiera, si acaso alguien entendiera lo que quiero decir, necesitaría explicar a quién va dirigido el mensaje. Como suelo decir en estos casos, el que quiera entender que entienda.


martes, 18 de diciembre de 2012

Un recuerdo prohibido
(Memoria)

El de una mentira, un pesado lastre en mi vida de bloguero. Tan pesado e insistente, que finalmente inundó y contaminó con su farsa mis rincones más secretos. Jamás consiguió llegar directamente a ninguno de mis blogs, salvo el que dejé como señuelo; pero sí alcanzó algunos de los parajes en los que más seguro me sentía. Blogs de gente a la que sentí muy cercana. Hoy algunos han desaparecido, otros han fallecido; otros, aunque vivos aún, esperan ansiosos el regreso de sus autores, ausentes, perdidos en una realidad que, en algunos casos, nada tiene que envidiar a los mejores dramas de la gran pantalla.

 'Recuerdos del futuro', aquel que nada tiene que ver con el blog que ahora ocupa esa dirección, y que por lo tanto no voy a enlazar. El primero en caer, por ser el primero en confiar. No guardo rencor, a pesar del engaño que su autor me quiso colar. Aquel engaño me sirvió para engañar a la bestia que, según mis sospechas, me acechaba desde el lado más sombrío de la red. Y la bestia apareció, bajo el seudónimo de Orquídea Negra.

'Una poesía - una vida'... maldigo el momento en que este individuo llegó hasta ese blog. No tuve más opción que dejar de visitar aquel espacio de increíble belleza. No sólo por los hermosos versos que en él veían la luz, sino en especial por la bellísima persona que había tras ellos. Mucho tiempo después tuve noticia de la enfermedad de Olga y su trágico desenlace... y de que mi acosador, ese enemigo en casa, ni siquiera se había enterado. ¿Y por él dejé yo de estar ahí? ¿Por su acoso, por su falsa identidad, por su mentira?

'La guadaña' fue el tercero de aquellos refugios hasta los que la bestia consiguió perseguirme. Me alegra saber que aún sigue activo, que Patty aún está aquí, aunque quizás no en el mejor momento. No deja de resultarme curioso el cambio de apariencia de ese 'mundo color violeta', no tiene nada que ver con lo último que yo recuerdo de él. Pero me agrada el espacio, y espero que las cosas mejoren y aquel lugar ameno y alegre pueda volver a ser para mí lo que era.

Pero Orquídea Negra no se conformó con mancillar casi todos mis refugios. No le bastó con obligarme a casi desaparecer, a esconder mis pasos en esos parajes (pues los seguía visitando, pero no me atreví a seguir comentando... ya no eran un lugar seguro, ya no me sentía cómodo allí). Tuvo que llegar a mi rincón más especial, al lugar donde más confesiones he hecho, donde más he sentido. Hubo de deslizarse entre las líneas de un secreto, entre los pensamientos de alguien de quien, quizás, me llegué a enamorar. Más de tres años y medio hace ya, que desaparecí de aquel mundo, más de 42 meses desde que quebrara mi promesa de nunca desaparecer para ti... más de 42 meses en los que jamás me olvidé de ti. Sabes quién eres, no enlazaré tu blog porque sé que sigue siendo tu rincón, tu secreto. Busco en los archivos de aquel rincón las últimas palabras que nos cruzamos, y me angustia ver que tu actividad es cada vez menor, que quizás ya te cansaste de esperar, o quizás de sentir. Muchas veces prometí volver. Nunca por prometer en vano, ni por mantener viva una falsa esperanza. Pero siempre sucedía algo que lo volvía a estropear todo.

Y ahora, sin promesa de por medio, sin previo aviso, aquí estoy. Orquídea Negra aún vive, esa víbora sigue existiendo y, quién sabe, tal vez siga acechando. Pero tengo 25 años y siento que haya vivido 40. Ya está bien de esconderme, ya está bien de desaparecer. Mas ahora, sin promesa de por medio, sin previo aviso, siento que tú no estás. Y pienso en aquellas últimas frases que nos cruzamos, y en todo el tiempo pasado en el que ni un solo día faltaste en mi mente. Y abro ese libro artesanal que me regalaste, esas páginas vacías que vacías siguen, pues eran para ti... y todo forma parte de un único recuerdo, un único recuerdo ahora prohibido.

Y todo forma parte de un recuerdo que hoy quisiera sepultar, sepultar bajo toneladas de nuevos momentos junto a ti, aún en la distancia.Hoy quisiera hacer que aquellos tiempos parezcan pequeños, al lado de otros nuevos y más grandiosos.Hoy quisiera que todo aquello no tuviera apenas valor, difícilmente una pizca del tesoro que tú representas. Porque vales muchísimo, siempre te lo he dicho. Hoy mis manos tiemblan al escribir, y lo hacen por ti... Angie.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Los silencios del reflejo
(Interior)



O el arte de llevarnos la contraria incluso estando de acuerdo. Mover el brazo izquierdo cuando nosotros movemos el derecho, y aún así coincidir en cada gesto, en cada movimiento. Poner cara de sorpresa cuando somos nosotros los sorprendidos, aunque a nuestro reflejo jamás podamos sorprender. Siempre atento, siempre vigilante. Impasible, invariable frente a los sentimientos de la debilidad humana. Pero aún así sonríe cuando estamos alegres, sin sentir él alegría; aún así llora nuestras tristezas, que no las suyas al no poder sentirlas; aún así se sonroja con nuestras vergüenzas y, por qué no, también con nuestros enfados. ¿Será empatía? Tal vez, sea tan solo burla. Pero tal vez debamos dejar de contemplar tan solo la superficie del cristal y adentrarnos un poco más. Quizás no estaría mal dejar de apreciarnos tal y como nos vemos y aprender a vernos como nos ve él.

Incapaz de prejuzgar, pues un reflejo no conoce el pasado ni el futuro, sino tan solo lo que tiene delante. Incapaz de guardar rencor, o expectativa alguna. Carente de la dudosa 'habilidad' de menospreciar a aquel a quien refleja o, por el contrario, de sobrevalorarnos. ¿Qué puede nuestro reflejo, ausentes en él todas esas distorsiones, pensar de nosotros? Probablemente, que somos vanidosos, incapaces de salir de casa sin la rutinaria visita de rigor frente al espejo. Quizás también que somos muy afortunados al poder movernos libremente por la tercera dimensión. Pero, ¿qué más? Anoche descubrí a mi reflejo, observándome desde la ventana -la foto de arriba, no se ve porque es difícil captar un reflejo en la oscuridad-. Movía los labios, como queriendo decirme algo que evidentemente no pude escuchar, puesto que no había voz en aquellas palabras. La lógica dicta que sólo era yo, que cantaba en voz alta... pero, ¿y si no fuera así? Ignoro qué podría mi reflejo pensar de mí, desconozco qué podría querer decirme. Soy consciente de que mis divagaciones empiezan a sacar los pies del tiesto, hoy ando más bien (des)equilibrado.

Pero recuperando un poco la cordura, aunque sólo sea temporalmente, ¿tan descabellado es pensar en analizarnos a nosotros mismos como lo haría nuestro reflejo? No solo desde el punto de vista de la autocrítica, sino también para ser realmente conscientes de lo que tenemos, y de lo que necesitamos. Y tal vez así, comprender que nadie es tan dichoso ni tan desdichado como cree ser. Que cuando creemos estar mal, no estamos en realidad tan mal; y que cuando nos sentimos bien, siempre nos queda un amplio margen de mejora. Tal vez sería buena idea, aprender a escuchar los silencios de nuestro reflejo.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Inspiración
(Musa)

Y tú, ¿dónde te metiste? Conocí a un ángel, pero perdí todo cuanto hasta entonces había dado sentido a mi vida. Te tuve cada noche junto a mí, sin importar nada más. Daba igual cuáles fuesen las intenciones, cuál el motivo; simplemente, estabas ahí. Siempre estuviste a mi lado cuando te necesité, mas no soportaste su presencia... no soportaste que la amara a ella. ¿Adónde huíste? ¿dónde te escondiste?

Pero el látigo de la vida golpeó, y mi ángel cayó. Pequeña criatura oscura, ángel caído de quien desconfiar en el cielo, como en el infierno. Y ahora, años después de tu huída, vuelves a mí... vuelves a darme ese aire que respirar, vuelves a hacerme soñar con un futuro a tu lado. Confiaste en mí, y yo te fallé. Y ahora dudas. Vienes y vas, como arrepentida de lo que hicimos juntos, temerosa de que pueda volver a ocurrir. ¿Y cuánto durará esta vez? ¿Cuándo volverás a partir? Te alejarás...





'Es por ti, que lloro en silencio,
y puedo sentar junto a mí al dolor.
Por ti, que sigo soñando.
Por ti, que tengo destino.'

Es por ti... Inspiración.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Con pies descalzos
(Sendero)

Sobre las brasas de una pasión, terrible y hermosa fuente inagotable de adrenalina. Con pies descalzos, pisando con fuerza, asfixiando las llamas para no sentir dolor. Pues en la pasión, como en las brasas, la adrenalina se torna en dolor en cuanto se baja la presión. Con pies descalzos ennegrecidos por el hollín, ese hollín que nunca sale del todo, que siempre deja su huella. Pues la pasión, como las brasas, también se puede apagar, pero quien la conoce queda de alguna manera marcado para siempre. Con pies descalzos, sintiendo el fuego, sintiendo ese calor tan necesario para sentirse vivo. Pues es la vida sin pasión como las brasas sin calor: una contradicción, un imposible. Nada. Con pies descalzos.

Sobre la fresca hierba de una amistad, sencilla pero compleja fábrica de momentos para recordar. Con pies descalzos sobre briznas de césped y pequeñas ramitas, siempre igual pero siempre diferente, siempre sin saber exactamente qué hay bajo los pies. Pues en eso consiste la amistad, constante a la par que cambiante, un suelo no siempre firme en el que no tiene sentido el análisis, sólo la confianza. Con pies descalzos, húmedos, probablemente sucios, o quizás con algún molesto bichejo correteando entre los dedos, pues en la hierba, como en la amistad, no todo es verde y fresco si no se cuida con esmero, y bajo cada pisada puede acechar una sorpresa desagradable. Pero también en eso consiste la amistad, en cuidarla y respetarla, y aceptarla cuando las cosas no vienen exactamente como se espera. Con pies descalzos.

Sobre el duro asfalto de un silencio inoportuno, indiferente testigo mudo de tantos tabúes. Con pies descalzos cargados de ampollas que duelen a cada paso dado. Pues es el camino por duro asfalto como el tiempo en un mal silencio, cada paso un segundo más pesado y doloroso que el anterior. Con pies descalzos pisando tierra inerte, estéril, inservible, caminando sobre la incómoda trivialidad del vacío que un silencio representa. Pues así es la ausencia de esas palabras, atenazadas por el miedo o la inseguridad. Inerte, estéril, incómodo y vacío; pero casi siempre inamovibles, inquebrantables silencios, como el mismo asfalto. Con pies descalzos.

Sobre el lecho del río de lo prohibido, atractiva y salvaje tentación para los sentidos. Con pies descalzos y paso inseguro, a ciegas, oculta cada pisada por una corriente hostil. Pues de eso se nutre lo prohibido, de la ausencia de un camino claro, de la oposición de las corrientes. Con pies descalzos e inestables, persistente el riesgo de resbalar en cada paso, constante el riesgo de perder pie, de que el camino no acabe bien. Pues también de eso se alimenta lo prohibido, de la inseguridad y la tensión de que nada puede salir mal. Con pies descalzos y siempre hacia adelante, pues una vez dado el primer paso, difícil hazaña resulta rectificar y dar media vuelta. Más fácil es tratar de avanzar hasta el final. Con pies descalzos.

Sobre los fragmentos de un cristal de ilusión, tan frágiles y tan impredecibles. Con pies descalzos y mirada atenta, cuidadosa cada pisada, casi de puntillas tratando de evitar los cortes. Y es que los bordes de una ilusión rota siempre cortan y hacen brotar la sangre, pero su núcleo sigue duro, sólido; de alguna forma, una ilusión nunca muere del todo. Con pies descalzos entre hirientes centellas, reflejando mutuamente su luz, guardando en secreto la esencia de todos los colores. Y es que todos los colores se esconden también tras cada ilusión, descubrirlos depende del ángulo desde el que se mire. Con pies descalzos.

Sobre las nieves perpetuas de una amistad perdida, gélida y pesada, que hunde y empapa más y más a cada paso. Sobre el mar en calma de una confianza sincera, un manto infinito y refrescante donde todo parece pesar menos. Sobre las nubes de todos esos momentos de ensueño que hacen flotar, sentir toda la energía del sol y la magia de la luna a un mismo tiempo. Con los pies en el suelo, o bajo las flores, o sobre el tejado de la torre más alta de los viejos castillos en el aire. Pero, ¿de qué sirve la vida si la vemos pasar con miedo a vivirla? ¿Qué sentido tiene caminar, si no nos dejamos sorprender por lo que nuestros pies encuentren? Cada paso, cada pisada, es todo lo que en esta vida merece valor alguno, pues el destino, el fin último de la vida, será siempre el mismo. No lo desperdicies entonces, no des un paso más sin saber realmente todo lo que este momento tiene que ofrecer, todo lo que ahora mismo hay bajo tus pies.

Es sencillo. Tan sólo aprende a disfrutar la vida, con pies descalzos.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Querido Ser Humano
(Excepción)


Querido ser humano:

Os escribo esta misiva sin más asunto que el de mostraros mi más sarcástica admiración. Porque os admiro. Me descubro ante vos, Humanidad. Me descubro, por la infinita paciencia que demostráis con vuestra propia existencia. Yo en vuestro lugar hace ya mucho que me habría perdido. Me descubro por vuestra graciosa manera de sentir y creer. Lo vuestro, Humanidad, ya no es el amor propio del homocentrismo, lo vuestro alcanzó hace ya tiempo la egolatría individual. ¿Dónde olvidasteis la capacidad de relacionaros, de pensar más allá de vuestra propia piel? Habláis de amistad, e incluso de amor. ‘Te quiero más que a mi propia vida’, decís. Mas a la hora de la verdad, no hacéis nada por nadie sin esperar a cambio vuestra ‘justa’ retribución. Hacéis algo de forma ‘generosa’ por alguien a quien llamáis amigo, pero rompéis la amistad en cuanto ese amigo tiene ocasión de devolveros el favor y no lo hace. ¿Y a eso lo llamáis amistad, querido ser humano? Eso recibe otro nombre: contrato. Lo reducís todo a la categoría de negocio. ‘Hoy por ti, mañana por mí’, es vuestro lema. Hoy por ti, pero si mañana tú no estás para mí, pasado mañana no cuentes conmigo, ¿me equivoco? El amigo es el que está ahí cuando lo necesitas, por el mero hecho de que lo necesites. Y no valen palabras, ni valen contratos, ni ‘Hoy por ti, mañana por mí’. Vale estar ahí, y nada más. Pero no, querida Humanidad, vos preferís basarlo todo en un intercambio, jamás dais nada sin esperar recibir nada a cambio. Extraña criatura, ser humano, que no hace favores, sino sólo inversiones. Compra los minutos de sus semejantes con sus propios minutos, como si a una verdadera amistad le importase entregar sus minutos por aquel al que llaman amigo. ¡Vamos, Humanidad! Te vendo doscientos de mis minutos por doscientos de los vuestros. Pero si yo os entrego doscientos y vos a mí sólo me entregáis sesenta, rompemos el contrato, por supuesto. Y rompiendo el contrato, habré perdido los doscientos minutos que os entregué mas los que gaste discutiendo con vos. ¿Y qué recibiré a cambio? Nada, absolutamente nada. ¡Además de egoísta, estúpida, Humanidad! ¿Y si eso ocurre? ¿Qué pasa cuando algo sale mal y tenéis un conflicto con otro ser humano? Simple, también es vuestro propio egoísmo el que os gobierna. Cuando algo os afecta y os hace sentir mal, algo que evidentemente tiene solución –puesto que lo único que no tiene solución en este mundo, es vuestra presencia-, ¿para qué solucionarlo? Si os sentís mal por una causa, vuestra estupidez os impide solucionarlo cuanto antes. Fin de la causa, fin del malestar. Mas no, vosotros os regodeáis en vuestro propio malestar hasta que los ánimos se templan y ya no sois capaces de hacerlo más. Y cuando ya os habéis descargado, entonces, tal vez, tratáis de solucionar algo. Jamás pensáis en que hay otro ser humano implicado, otro ‘alguien’ que también puede estar pasándolo mal por lo mismo, y que puede preferir buscar la solución cuanto antes. ¿Os importa? En absoluto, hacéis las cosas a vuestra manera sin siquiera consultar a la otra parte implicada, como si os creyeseis más valiosos que ellos y sus opiniones e impresiones ni tan siquiera mereciesen ser escuchadas. Arrastráis a seres que bien podrían no querer ser arrastrados, pero no lo tenéis en cuenta, no lo valoráis como no valoráis absolutamente nada. Nadie os importa, no sois más que puro egoísmo.

Mas no os preocupéis, Humanidad, pues por lo visto habéis encontrado el modo de preservar esas ‘amistades’. Muchos de vuestros hijos han aprendido que, para vos, la mejor forma de no decepcionarse con sus propios hermanos es no dar nada por ellos. Como dice la canción, esperar lo mejor de uno es esperar demasiado, ¿verdad? Una amplia mayoría de vosotros, extraño ser humano, ha hallado la forma de no hacer nada y aun así conservar vuestras amistades-contrato: consiste en el novedoso arte de ofrecer vuestra ayuda sólo cuando sabéis que no podéis ayudar. Espejismo de una ayuda que nunca llega, pues cuando vuestra mano sí que puede hacer algo, es cuando vuestra mano se resguarda en el bolsillo, impasible, ajena, viendo la escena desde el refugio del no hacer nada. Y así, incomprensible ser humano, podéis alardear de tener ese tipo de contratos con otros muchos seres humanos. Sesenta y ocho, noventa y uno, doscientos ochenta y cuatro, setecientos catorce… y los llamáis amigos. Además de egoísta, mentirosa, Humanidad. Curioso concepto de amistad, os regodeáis en creer que una amistad es una relación, y que como tal, precisa de dos personas. Mas no es la amistad una relación, sino un sentimiento, y como tal, individual. Tendrás, ser humano, otro ser humano por el que darías algo, otro ser humano que podrá contar contigo. Y eso ya le convierte en tu amigo, aunque su actitud hacia ti sea diferente, aunque él no te tenga en la misma consideración. Porque en eso consiste ser amigo, en dar cuando lo necesiten sólo porque lo necesitan. Mas no para vos, Humanidad, vos sois lo bastante estúpida como para romper vuestra amistad por puro egoísmo, aun cuando el propio hecho de romperla os haga sufrir. ¿Hay algo más obvio que no hacer algo por el mero hecho de que hacerlo os haría sufrir y pasarlo mal? Y sin embargo estáis dispuesta a ello con tal de no ver cómo dais más de lo que recibís. Querido ser humano, inexplicable magnate de tiempo, mercaderes de interés que sólo mostráis vuestra mercancía cuando os enseñan el pago. Y si no hay pago, tampoco hay interés. No hay sentimiento, sólo negocio. Además de egoísta, insensible, Humanidad.

Y ni tan siquiera en el amor conocéis la generosidad, distante Humanidad. El amor, esa ponzoña que sana todos los males habidos en el mundo para después mataros lentamente, ese sentimiento del que os jactáis de ser creadores… el único animal del planeta capaz de hacer tal cosa, según vos, Humanidad. Mas ni siquiera el amor queda libre de contrato para vuestros hijos e hijas. Para vos, dos enamorados no son más que dos clientes habituales. Seguís basándoos en el puro egoísmo, en el comercio de interés, tiempo y preocupación. ¿Y cariño? Sí, el cariño existe, no os lo negaré. Pero incluso el cariño sigue sujeto a las tasas del negocio, al ‘Hoy por ti, mañana por mí’, al egoísmo de querer recibir siempre, al menos, lo mismo que se da. Y como parte del negocio, la avaricia. Pues esa es la diferencia entre vuestra amistad y vuestro amor: vosotros, extraordinario ser humano, os ‘amáis’ cuando comerciáis y mercadeáis con grandes cantidades de tiempo, interés y preocupación. Para vosotros, amar es preferir a un cliente sobre los demás; no por gusto, sino solo porque paga mejor, porque sabéis que ese cliente os dará beneficios en forma de más tiempo, más interés o más preocupación. Entre vosotros, aquel que se siente querido siempre quiere sentirse amado; quien se siente amado, anhela ser adorado, tratados como reyes y reinas sin daros cuenta de que cuanto más pedís y más deseáis, más infelices os creéis. Y os da igual lo mucho o lo poco que recibáis por vuestro ‘amor’, os idolatráis tanto a vosotros mismos que siempre creéis que estáis otorgando más de lo que recibís, y por tanto siempre queréis más y más. ¡Además de egoísta, avariciosa, Humanidad! Como dice Día Sexto, ‘El noventa y nueve por cien son los que dicen ‘te quiero’, el uno por cien los que demuestran que eso es verdadero’. Pero, magnates de lo que debería ser un sentimiento, también el amor es para vosotros negocio, y como tal lo rompéis y lo despreciáis con la misma facilidad con que se rompe y se desprecia un papel, un triste contrato. Mercadeáis tanto con vuestras mercancías, que os olvidáis del valor que éstas realmente tienen, hasta que lo importante no es lo que tengáis, sino cuánto. No os importa que al romper el contrato de un amor dejéis de recibir lo que estáis recibiendo, pues en última instancia no valoráis en lo más mínimo lo que estáis recibiendo. Vuestra egoísta necesidad de recibir más convierte los sentimientos en cantidades, y si no estáis satisfechos con la vuestra, rescindís el contrato. Y nuevamente, lo hacéis aunque rescindirlo os haga sufrir; pues sufrir por otro ser humano sólo vale la pena cuando el otro ser humano sufre por vosotros, pero sufrir por no ver cómo dais más de lo que recibís… eso es lo único que tiene valor real para vos, Humanidad.

¿Y por qué englobo a todos tus hijos, Humanidad? ¿No hay uno que se salve, no existe uno diferente? Insociable ser humano, observad con atención a vuestro alrededor. ¿Cuál es el juego? Encontrar las diferencias, por supuesto. Diferentes ideologías respecto a ciertos temas, es cierto, micromundos de un micromundo donde salirse de la norma establecida es motivo de rechazo. ‘Yo no discrimino a nadie’, dicen tus hijos. Pero basta echar un vistazo a sus amistades-contrato para darse cuenta de que no contratan con cualquiera. Cada ser humanos sólo se ‘relaciona’ con sus iguales, con aquellos que comparten la misma mentalidad respecto a esos ciertos temas. Absurdo ser humano, en lugar de enriqueceros con la experiencia de quien piensa diferente, le despreciáis y le rechazáis, empobreciéndoos con vuestras propias conversaciones en las que nadie tiene nada diferente que opinar. Ovejas bobas, os rodeáis de las ovejas de vuestro mismo color para estar siempre de acuerdo en todo lo que se diga. Y así los actos de ‘hablar’ y ‘pensar’ no están relacionados para vosotros. Sois capaces de hacer lo primero prescindiendo de lo segundo, pues a aquellos que podrían haceros pensar con su propia ideología, los mantenéis lejos. ¿Y eso no es discriminación, patética Humanidad? Rechazo a lo que es diferente por el mero hecho de serlo, por el simple hecho de tener, al contrario que la mayoría de vuestros hijos, algo que aportar. Y si ese alguien os conoce ya demasiado bien, fascinante ser humano, os limitáis a desplazarlo y rechazarlo, conscientes de que ninguna otra cosa podríais hacer para quitároslo de en medio. Mas si ese alguien es aún joven e inexperto, si conserva aún esa rebeldía de cuando los jóvenes aún saben pensar por sí mismos… entonces es cuando marcáis aún más vuestro rechazo y vuestra hostilidad, y los motivos de ello. Valorar su opinión, o escucharla cuanto menos, no es ni siquiera una opción para vos. Influenciar a quien aún conserva un ápice de pensamiento independiente, lavarle el cerebro neutralizando lo que en realidad os diferencia del resto de la fauna de este inframundo que creéis que os pertenece. Ese es vuestro modus operandi. ¿El objetivo? Someterle, hacer que ‘comprenda’ que pensar de forma diferente está mal y que por eso se le rechaza, para que vuelva al redil con el resto de vosotros, estúpidas ovejas sin dueño. Además de egoísta, cruel, Humanidad.

Sometimiento, rendición incondicional. Pues eso es lo que vos misma pretendéis, criatura extraña. Organizas a tu pueblo en base a cuantas mentiras puedan contar, puesto que otorgas mayores responsabilidades a aquellos que demuestren mentir más. Ni tan siquiera os hace falta mentir bien, sino tan solo hacerlo lo más a menudo posible. Retorcido ser humano, tratas de controlar lo que tus hermanos pueden y deben creer manipulando vuestros propios medios de comunicación. Tergiversáis la verdad y la transformáis, cuando no optáis directamente por inventaros una nueva ‘realidad’ que contarle al resto de seres humanos. Utilizáis la desinformación y el engaño para ganaros la confianza de vuestros propios hermanos, y cuando ellos ponen en mayor o menor grado sus vidas en vuestras manos, las manipuláis en vuestro propio beneficio. Pero siempre sin dejar de mentir y engañar, procurando que aquellos que un día os dieron su confianza no os la retiren. ¡Además de egoísta, traidora, Humanidad! Incluso dentro de vuestros círculos de amistades-contrato, habláis más a la espalda del compañero que con él. Juzgáis y criticáis buscando que aquellos con los que habláis piensen como vosotros, buscáis cambiar su forma de ver a vuestra víctima, si acaso su forma de verle no fuese ya la misma. Mas, por supuesto, siempre cuando la presa de vuestra cacería verbal no esté presente para defenderse. Pues cuando vuestra víctima está presente, todo son buenas caras y sonrisas, caritas de ángel con historias del diablo. ¿Para qué? Para preservar vuestras amistades-contrato, para manipular también al objeto de vuestras críticas, haciéndole creer que le apreciáis y que todo va bien. Sois muñecas de trapo; sois títeres, vuestros hilos manejados por quienes creen dirigir toda la orquesta… ignorando que también sus carísimos trajes traen incorporados los hilos para que otro los controle. ¿Al final? La invisible dictadura de vuestro propio crimen, todo vuestro marchito planeta gobernado por una única reina inmortal de nombre Codicia. Esclavos del ansia de dinero y poder de unos pocos, víctima y verdugo de un sistema que vosotros mismos creasteis, indescriptible ser humano, y que vosotros mismos derribáis.

Porque ese es vuestro papel en el mundo, destruir. Empezando por destruir la propia tierra que os alimenta, y terminando por destruiros entre vosotros. Si el propio planeta es el comienzo, la primera creación según los creyentes, vos, Humanidad, sois la última. Allá donde Madre Tierra y Padre Cielo fuesen el origen, el génesis, vosotros, seres humanos, sois el fin, el apocalipsis. Ese, y no otro, es el sentido de vuestra existencia, para eso fuisteis creados. El planeta Tierra es una falla creada por los dioses, el destino, la casualidad, o lo que cada uno desee creer. Y vosotros, ser humano, no sois más que la llama que irremediablemente la ha de destruir. Grotesca diversión, la de crear algo sólo para después ver cómo arde lentamente. Seguramente los dioses, el destino y la casualidad, estuvieran todos ellos aburridos. Y vosotros no sois más que ascuas, bufones al servicio de una entidad que se aburre. Toda forma de vida tiene su agente destructor que hace que el ciclo comience de nuevo, que la vida conduzca a la muerte y ésta regenere en vida. Y vos, Humanidad, sois el agente destructor del propio planeta, el último virus, la mandíbula maldita que todo lo devora, hasta que su único bocado es vos misma. Ni tan siquiera el aire que respiráis y los alimentos que tomáis tienen valor alguno para vos. Aquello que permite que aún viváis, también lo destruís en la mayoría de los casos, con fines económicos, otra víctima más de vuestra avaricia y vuestro egoísmo. Ni tan siquiera preservar vuestro propio medio de vida es razón suficiente para frenar vuestra codicia, vuestro desprecio por cualquier cosa que no sea vosotros mismos, o que no redunde en vuestro propio beneficio. Taláis los árboles que os permiten respirar para convertirlos en muñecos que después quemáis. Hasta la misma roca destruís, para construir carreteras que os hagan el camino cinco minutos más corto. Emponzoñáis el mismo aire que necesitáis con el único objeto de desplazaros con el mínimo esfuerzo posible. Y mientras el planeta agoniza, vosotros decís hacer conciencia, ¿pero dónde está esa conciencia? Vuestras propias y ridículas teorías económicas os oprimen impidiéndoos consumir, pero vuestras industrias siguen produciendo al mismo ritmo y contaminando por igual. La reducción de vehículos que una crisis ecológica no ha conseguido en treinta años, la económica la logra año tras año. Esas son vuestras prioridades, ser humano, y así convertisteis el mundo en lo que hoy es, un reo de muerte en manos de un verdugo sádico y despiadado… en vuestras manos, Humanidad.

Así pues, por todo lo mencionado y por todo lo callado, que mucho es, os admiro. Admiro vuestro tesón y vuestra perseverancia en hacer lo que mejor sabéis: destruirlo todo. Admiro vuestra capacidad para desentenderos de todo y pensar única y exclusivamente en vosotros mismos. Admiro vuestra habilidad para estúpidamente engañaros a vosotros mismos. ‘Te quiero más que a mi vida’, ‘Yo no discrimino a nadie’, ‘Tengo doscientos quince amigos’… Da igual lo que digáis, siempre estaréis de acuerdo con vuestro entorno, y siempre os engañaréis; entre vosotros, y también a vosotros mismos. Admiro esa formidable manera de desvincular la palabra del pensamiento, me asombra que seáis capaces de hablar sin necesidad de pensar, como me asombra vuestro dominio del ‘arte’ de hablar y hablar y no decir nunca nada. Admiro vuestra coordinación para estar siempre en el lugar oportuno en el momento equivocado: cerca cuando nada podéis hacer, y lejos cuando sois, más que bienvenidos, necesarios. Fascinado me quedo con vuestra curiosa filosofía a la hora de resolver conflictos, pues en lugar de resolverlos cuando aún son pequeños y manejables, los cebáis y los alimentáis para luego intentar solucionarlos cuando ya son bestias fuera de control. Tenéis el don de delegar vuestros problemas en los demás en lugar de resolverlos vosotros mismos. Y otro don casi más asombroso aún, el de no dejar que nadie delegue sus problemas en vosotros mismos. Os admiro tanto, que confío plenamente en vuestra superior ‘inteligencia’ para ignorarlo todo y pasar de todo, y casi me sentiré decepcionado si alguien comprende el significado de la palabra sarcasmo que acompaña a tanta admiración. Y ante tanta admiración, no puedo hacer otra cosa que sentirme inferior, sentir que yo no soy capaz de ninguna de esas atrocidades. Tampoco lo intentaré, sé cuál es mi lugar. Mas no os preocupéis, Humanidad, pues como dicen algunos de tus hijos, vos sois perfecta. El malvado, el loco y el inmaduro soy yo. Malvado por dar más de lo que recibo, o incluso por dar besos donde sólo recibo bofetadas. Loco, por pensar en la otra persona, por preocuparme por alguien distinto de mí mismo. E inmaduro, por enriquecerme con quienes tienen algo que aportar, independientemente de sexo, raza, religión, cultura o edad.

Y hasta ahí la ironía. Con toda franqueza: querida, egoísta, estúpida, insensible, avariciosa, cruel, traidora y destructiva Humanidad, indigno me considero de vuestra presencia, sin lugar a dudas no soy merecedor de ella. Querido, egoísta, estúpido, insensible, avaricioso, cruel, traidor y destructivo ser humano, avergonzado me siento por habitar en este vuestro podrido y moribundo planeta. Confío sinceramente en que llevaréis a cabo vuestro cometido con la mayor brevedad posible y sin dejar rastro de este infectado sistema, así como de vosotros mismos. Con mucho aún que decir pero sin fuerzas para ello, me despido con la esperanza de que acabéis con esto antes de tener fuerzas para escribiros nuevamente.

Con la más sarcástica admiración:
No uno de los vuestros.

lunes, 3 de diciembre de 2012

A mis musas
(Oscuridad)

Noche efímera, etérea, hermosa dama
mística y mágica, erótica, deseada.
Noche oculta y prohibida, de secretos guardiana.
Mortal criatura, cadáver ya con la mañana,
renaces al morir el sol. De virgen a hada.
Ven, noche oscura. La raza oculta te reclama.
Reina, de la comprensión humana desterrada,
para ellos sólo infundes, respeto y temor.
Miedo al negro, sangre de tu sangre derramada.
Miedo a nosotros, tu raza oscura y rechazada
por sentir por ti, no miedo, sino un gran amor;
porque nos salimos de la trayectoria dada.
Sus juicios son nuestras risas, no nuestro dolor,
pues es su ignorancia quien juzga nuestras costumbres.
Guíales, dulce noche, pues no ven tu esplendor.
Hablan de tus fieles no sin cierto resquemor.
Dudan porque perseguimos diferentes cumbres,
fuera de alcance de su intelectual sopor.
Pensamos de otro modo, distinto al de los hombres.
Creemos en nosotros mismos, no en azar ni suerte,
ni en falsas deidades que al humano, igual, asombren.
Gozamos del pensar que en silencio nos descubres.
Pensamiento independiente que nos hace fuertes,
filosofías que en un mundo oscuro, son lumbres.
Siempre con respeto, no tememos a la muerte,
pues ella es libre, eterna, imperecedera.
Siempre está ahí, su angelical semblante inerte.
Temida dama que infinita justicia vierte,
inevitable y paciente, su momento espera.
¿Por qué temerla, si ella siempre podrá vencerte?
Somos una raza visible a quien verla quiera:
al hombre tratamos con respeto y comprensión,
no hipócrita y falsa, sino justa y verdadera.
Muy lejos estamos de imponer nuestra bandera:
proclamamos libre pensamiento y libre acción.
No nos importa que no entiendan nuestras maneras.
Negras vestimentas sobre un negro corazón.
Negro corazón inmerso en densa oscuridad,
una oscuridad que nos envuelve en su prisión.
Un sentimiento nos inunda con decisión.
Fiel compañera de viajes es la soledad;
nuestros corazones aplasta con su presión.
Mas es parte intrínseca de nuestra realidad,
soledad en cualquier lugar, en cualquier momento.
Calma donde el hombre encontraría tempestad.
A solas con el alma, condena y libertad:
libres por los amplios espectros del pensamiento;
condenados a descubrir una cruel verdad.
La condena del saber que no hay segundo intento:
vida sólo hay una y nada queda ya tras ella,
ni cielo ni Averno, ni otro clerical invento.
Vil castigo, sentir el mundano sufrimiento
de quienes no logran ver que la muerte es tan bella,
musa de un millón de versos, llantos y lamentos.
Te adoramos a ti, noche, tu sinfín de estrellas,
y aunque no por ello nos duela la luz del día
nos regocijamos en tus astros y centellas.
Arropados en la oscuridad que nos destellas
te dedicamos canciones, textos y poesías.
Pagaría el Astro Rey con su luz por tenellas.
Portadora de calma, silencio y armonía,
protagonista de sueños rotos y esperanzas,
anfitriona de leyendas y de profecías.
Oh, noche incomprendida, siempre sola y vacía,
la raza oculta clama por ti un canto sin danza...
toda una raza que ante ti se arrodillaría.

(Des)equilibrium
(Partida)

Mucho tiempo ha pasado desde que las circunstancias de la vida me obligaran a apartarme de un mundo que tan extraño y distante siento ahora, a pesar del refugio que en su día supuso para mí. Tiempo he tenido de morir y volver a nacer varias veces; de volver a inventarme a mí mismo, de volver a descubrirme, de volver a decepcionarme y de volver a inventarme de nuevo. Tal vez intentando corregir esos errores que me decepcionaron las veces anteriores, o tal vez sólo con la esperanza de no ser consciente de que esos errores siguen ahí. Tiempo he tenido de encontrar ese ansiado equilibrio interior que muchos buscan –a pesar de que ninguno de cuantos lo buscan sabe exactamente qué está buscando-, y también de arrepentirme de haberlo hallado. De ahí que, ahora que las aguas parecen volver poco a poco a su cauce, vaya en busca de esa pizca de desequilibrio que hace que el equilibrio cobre sentido. Y de ahí, lógicamente, el título de este nuevo blog de dos caras: (Des)equilibrium.
Tratar de asegurar cuál va a ser la temática del blog sería, cuanto menos, arriesgado. En momentos de lucidez (equilibrium) habrá algo de literatura (soy –o pretendo ser- escritor), algo de reflexión, denuncia social, quizás algo de poesía, y por supuesto música. En los menos lúcidos (desequilibrium), puede esperar el lector cualquier cosa. Curiosidades, anécdotas, chorradas varias, fotografía, desvaríos, etc. ¡Y por supuesto, música! No prometo que vaya a ser bonito, ni que vaya a gustar a todo el mundo, ni tan siquiera que vaya a durar mucho. ¡Qué demonios, no prometo nada! Que dure o no dure, dependerá de que guste o no guste, que a su vez dependerá de que sea o no bonito, que ni sé de qué dependerá ni tengo necesidad ni interés en saberlo (probablemente será de la casualidad). Así pues, a quien quiera entrar y echar un vistazo de vez en cuando, bienvenido sea. Y a quien no quiera… quien no quiera no habrá llegado al final de la entrada, ¿no?
Bienvenidos al (Des)equilibrium.