miércoles, 20 de marzo de 2013

Fuego e hielo
(Apocalipsis)

Un mes, un mes agotador. Un mes en el que todo lo que podía ir mal ha ido mal, pero también un mes en el que han ido mal cosas que uno ni siquiera imaginaba que pudieran ir mal. ¿Distancia? Demasiada, sin duda. Sé que he estado a ratos ausente, a ratos distante... a ratos quizás incluso molesto. Y hoy vuelvo, como suelo volver siempre en estos casos, pasando a saludar antes de llegar a mi propio hogar, a mi propio territorio. Y sólo veo caída, caída libre.

Sentimientos tan encontrados, tan iguales y a la vez tan opuestos esta vez. Mis alas sanaron, recuperaron su fuerza cuando pude volver a ver a quien me enseñó a volar. Pero recuperar las alas implica también recuperar la forma de vida de aquellos días ya lejanos. Implica asumir la responsabilidad de mantener a flote toda esa red de relaciones, individuos y vivencias que forman mi pequeña ciudad en las nubes, mi pequeño micromundo. Y resulta que a lo largo de todo este mes, y ya desde antes incluso, toda esa red, toda mi ciudad en las nubes, no ha dejado de caerse a trozos. Me siento impotente, me siento obligado a luchar por mantener a flote todo a mi alrededor... pero sé que no puedo hacerlo, que más tarde o más temprano las fuerzas han de fallar, más tarde o más temprano yo mismo he de caer. Siento el fuego correr por mis venas. Pequeño y discreto, a penas unas ascuas de rabia, una chispa de impotencia... mas no por ello menos peligrosas. Quizás incluso al contrario, invisible en el interior de mi cuerpo, desapercibido hasta que todo el daño ya está hecho. Unas llamas luchando por salir de mí, sin importarle los destrozos que puedan causar a su paso.

Mas a duras penas sé ya cuántos fuegos siento en mi interior, pues a la frustración y el dolor de ver todo mi mundo caer ante mis ojos, se suman las llamas de un sueño que cada vez se me antoja más y más lejano. Yo hablo de fuego, de llamas ardientes luchando por salir de mí... tú de hielo, de un veneno escarchado luchando por entrar en ti; yo hablo de alas, de volar, y tú de caer; yo hablo de una ciudad en las nubes... y tú de un abismo sin fin. Yo lucho, lucho por mantener a flote tal ciudad, por mantenerla cerca de la luna para que su magia y su belleza la iluminen, para que su brillo disipe las sombras que noche tras noche nos acechan. Y tú en cambio prefieres huir, refugiarte en esas mismas sombras que tanto mal hicieron ya en el pasado. Y sin embargo no te lo puedo reprochar, pues yo también lo hice cuando las circunstancias no me dieron alternativa.

Poco más puedo añadir... no porque no tenga nada que decir, sino por querer decir tantas que mis dedos se atropellan sobre el teclado, mis ideas en la mente, y mis sentimientos en el corazón. Todo mezclado, todo confuso, todo cada vez más y más rápido hasta desintegrarse entre los trazos de otra frase, de otra idea, de otro sentimiento. Supongo que tal vez por eso siento que me desaparecen las letras del teclado. Todo acelerado, como mi corazón; e igual que mi corazón, abocado al apocalipsis, a un gélido y ardiente final a menos que un 'te quiero' lo congele todo con su voz. Porque te quiero, es quizás lo único en claro que se pueda extraer de todo este caos... pero claro, eso ya lo sabías desde mucho antes de leer esto.

Tan solo puedo añadir que no estás sola, ni aún en la distancia, salvo que realmente soledad sea lo que desees. He vivido mucho tiempo entre tinieblas, donde ni la luz ni el calor del sol llegó jamás, donde ni la luz ni el calor de un corazón quisieron jamás llegar. Sé, pues, que tienes razón, que hay cristales de hielo que ni el mismo fuego puede derretir, pero... no es fuego lo que hemos de buscar. No sé si será temporal, si volverás, o si nunca llegarás a irte del todo... sólo sé que no importa dónde huyas, dónde te escondas, pues todos los sentimientos, sin excepción, todos hacen frontera con Soledad. Y tú sabes dos cosas: una, que donde haya Soledad, allí estará su príncipe. Y la otra, que donde esté ese príncipe, siempre tendrás un hogar en forma de corazón. Quizás demasiado pequeño, quizás demasiado oscuro, o quizás demasiado deteriorado por el tiempo y la desesperación. Pero un hogar.

Te quiero.

1 comentario:

Deleyda Gilraen dijo...

Cariño, perdón por la tardanza en contestar esta entrada, la verdad he tenido muy poco tiempo con los estudios, pero ya estoy de vuelta respondiéndote, la verdad es que solo fue algo temporal, un momento de debilidad... No soy tan fuerte como aparento serlo, pero sigo intentando retomar el vuelo entre brisas y débiles ventiscas.

Gracias por tus palabras, me devuelven algo que había perdido, olvidado y dejado por ahí, ya me siento mejor, quizás no del todo bien, pero estoy estable.

Te envió un beso grande y un abrazo también, extraño hablar contigo, espero podamos hacerlo pronto, cariños y suerte con todo, te quiero Mi Príncipe de la Soledad.

Tu voz a pesar de todo, logra alcanzarme en donde me encuentre.