lunes, 28 de enero de 2013

Recuerdos de un tiempo aún por llegar
(Instantánea)

Porque siempre es positivo recordar tiempos hermosos. Tal vez en un momento dado no sepamos verlo, y la nostalgia o la añoranza nos hagan sentirnos mal. De hecho, eso es exactamente lo más probable. Pero todo forma parte de esa curiosa manera que tiene el ser humano de ignorar sus propias emociones, de no saber identificar lo que siente. '¿Y quién se cree este que es para dar esa clase de lecciones?', se podría decir. No soy nadie para dar lecciones de esta ni de ninguna otra índole, simplemente planteo una reflexión: si realmente esos recuerdos hermosos, directa o indirectamente, nos hacen sentir mal, ¿cómo es que siempre tenemos dibujada esa sonrisilla estúpida en los labios cuando los recordamos? Esa sonrisa involuntaria de la que no solemos darnos cuenta hasta que nos duele la mandíbula de tanto sonreír. ¿En serio puede hacernos mal algo que, aunque ni siquiera lo percibamos, nos hace sentir tan bien?

Por eso considero que todos los recuerdos tienen dos caras. Incluso los más dulces nos pueden amargar por el hecho de ser pasado, por el hecho de que fueron, pero ya no son. Y esa es la cara amarga que casi en todo el mundo es la predominante. Pero también los recuerdos más amargos tienen el sabor de ser algo que quedó atrás, ¿no? Y sin embargo, eso rara vez se valora. De todos ellos, de los buenos y los malos, de los que marcaron nuestra vida y de los meramente anecdóticos; de todos ellos se puede sacar algo en positivo. La belleza de la memoria consiste precisamente en saber encontrar el punto de vista.

Y de eso se trata, al fin y al cabo, pues hace unos días algo cambió. Y sin ser en realidad un gran evento sí que provocó grandes cambios. He recordado. He viajado a líneas pasadas, a sentimientos dibujados en trazos con forma de letras, y a otros sentimientos escondidos entre esos trazos, invisibles, salvo para alguien que los sepa leer. He imaginado. He imaginado cómo podrían haber sido las cosas si la vida hubiese sido tan solo un poquito más dócil, si hubiera podido llevarla a mi manera, en vez de ser ella la que me llevara a mí. He soñado. He soñado que tal vez aún no fuera tarde, que tal vez existiese aún un modo de ver tales placeres más allá de la imaginación. Y no lo negaré: recordar, imaginar y soñar, todo ello ha sido bonito. Pero ya va siendo hora de vivir.

Quien me conoce sabe que no puedo vivir sin música, y que casi para cada instante, para cada recuerdo, tengo asociada alguna canción. Hoy no hay canción. Y es que hoy no se trata de recordar aquellos momentos del ayer. Hoy se trata de fabricar otros nuevos que recordar mañana.

1 comentario:

Deleyda Gilraen dijo...

Que profundo, como todas las cosas que escribes, la vida es un cofre lleno de recuerdos, porque después de todo, todas las cosas pasan a ser solo eso, el día de mañana, incluso esto se transformara en un recuerdo, la amargura, el dolor, y todo sentimiento que pueda tocar al ser humano, todas las cosas rotan o simplemente cambian, y los sueños del mañana, hoy se alimentan y en algún momento, también pasan a ser recuerdos, porque vivimos para construirlos y vivimos para alcanzarlos.

Un beso grande.