martes, 1 de enero de 2013

De balances, balanzas, equilibrios y desequilibrados
(Retroceso)

Primero de enero. Día de promesas que casi nunca se cumplen, día de partir de cero. Unos, con una meta clara a alcanzar; otros, sin más expectativa que la de tener un año si acaso menos malo que el anterior. Atrás quedan los balances anuales sobre lo bueno y lo malo que nos dejó un 2012 demasiado largo para muchos. Balances que, por cierto, en contadas ocasiones se hacen realmente cuando el año ya ha acabado. Como si unas horas, tal vez incluso un solo instante, no bastasen para dar al traste con todo o, por el contrario, para ofrecer un nuevo enfoque desde el que ver las cosas con una perspectiva totalmente distinta.

Y es que resulta que yo de eso entiendo un rato, pues parece que desde que entré en tromba hace ya algunos añitos (camino de los siete), mi vida se resuelve y se complica a base de momentos puntuales. Instantes que llegan fugaces, y como estrellas fugaces en el lugar equivocado y en el momento equivocado, se estrellan provocando el caos. O quizás aniquilando todo a su paso y dejando tras de sí tan sólo una extraña y desoladora calma. Y este 2012 no iba a ser menos, salvo quizás por el hecho de que ni siquiera yo esperaba estar tan acertado cuando dije que este sería un año para olvidar. De aquello hace hoy 366 días, aunque por momentos cada día me durase semanas. Y de momentos se trata. De estrellas fugaces que fugaces pasaron, pero cuyo recuerdo perdura. Etapas de una vida a las que se podría dar incluso nombre, como en aquella película de Will Smith.

Instantes... como aquella muerte, aquella madrugada del 2 al 3 de enero en la que creí morir... o lo deseé... o ambas cosas. Y el infierno despertó. ¿Qué ocurrió? Quienes lo saben, ya lo saben y no necesitan que lo repita. Y saben también que no quiero repetirlo, pues cuanto más lo repito más me parece cosa de un ayer y no de un pasado ya relativamente lejano. Y quien no lo sabe, me temo que seguirá siendo así, al menos un día más. Este instante se podría llamar, 'Precipicio'.

Momentos, como aquel lunes, aquella resaca de Semana Blanca en la que todo se acabó de verdad. Aquel final tan retrasado a la par que tan anticipado de más de 3 años pasando cada día más tiempo con ella que el anterior. Aquel punto de no retorno en nuestra relación, no solo como pareja, sino de amistad. Ya sabía aquel día, que nada iba a mejorar, que si nuestro trato había de sufrir algún cambio, también yo lo sufriría. Y así ha sido, después de todo. A este momento, podría llamarlo 'Caída libre'.

Apenas un parpadeo, como un 'hola, ¿qué tal?' a una desconocida que, quién me lo diría a mí, se acabaría convirtiendo en más una hermana pequeña que una amiga, o 'familia de rebote'. Con nuestros más y nuestros menos, por supuesto, pero hermana al fin y al cabo. Poca o ninguna importancia le di yo a aquel rostro nuevo. Tal vez porque ya no confiaba en nadie, después de todo lo vivido. O quizás sólo porque apenas habían pasado un par de semanas desde el 'momentazo' anterior y mi salud y equilibrio mental no estaban precisamente en su mejor etapa. Demasiado larga ha sido mi 'baja' por depresión... mi bajada del mundo, sería quizás más apropiado decir, que éste iba ya demasiado rápido para mi gusto, y me mareaba. Aquel parpadeo, aquel saludo, tal vez merecería llamarse 'Bolsa de aire', por cuanto ha supuesto desde entonces. Gracias, Leah Broken Dream, por estar ahí cuando estás, y por ser esa desconocida que se convirtió en mi hermanita.

Difícilmente una fracción medible de tiempo. Un abrazo, una lágrima y un 'adiós'. Un 'por el momento' que se extiende ya por más de siete meses. Quiso la casualidad que esa fracción de tiempo a duras penas medible se diese justo el día en que habríamos hecho 3 años juntos. Como una burla de la vida, una más para arrebatarme lo único que en aquellos tiempos sostenía mi cordura delicadamente atada a mi cuerpo y mi mente. Y, como en las nauseabundas corridas de todos, también mi depresión volvió al ruedo. Dispuesta a una nueva faena (y vaya faena...) A esta despedida sólo podría llamarla de una manera: 'Infierno'.

Un suspiro. Un cruce de miradas furtivas en la oscuridad de una madrugada. Un '¡me asustaste!' que da pie a una conversación. Una conversación que da pie a una cierta confianza, tal vez más porque necesitaba creer que podía confiar en alguien, que porque realmente la mereciese. Y una cierta confianza que da pie a un 'hasta mañana', y luego a otro, y luego a otro. Y a alguna que otra quedada fuera del refugio de la oscuridad. Hasta que los sentimientos se confunden y se tergiversan las palabras, y toda esa red de seguridad que iba uno tejiendo poco a poco, se va a pique. Podría recibir el nombre de 'Desengaño', o 'Falsas apariencias', o cualquier otro. Pero yo la llamaría simplemente por su nombre: Rocío.

Y desconozco qué sucedió después. Ignoro en qué punto exacto de este 2012 descubrí la verdad sobre ese ansiado equilibrio que muchos buscan, aún sin saber en qué consiste realmente aquello que buscan. Pero lo encontré, y con él me encontré a mí mismo. No me corresponde a mí desvelar lo que vi, ni lo que sentí, aunque es probable que más tarde o más temprano lo acabe haciendo en alguno de mis numerosos desvaríos. Pero algo cambió, y con ese cambio vinieron otros que hasta aquel momento nadie se atrevió a intentar. No sé si fue un instante o un proceso, pero en cualquier caso, sin duda podríamos llamarlo 'Revelación'.

Lo que vino después, es la razón por la que estoy aquí, entre otras cosas. Han sido tres meses de profundo cambio, pero en ámbitos tan dispares que no sé si debería considerarlos parte de un proceso, o más bien una auténtica lluvia de estrellas fugaces... o de fugaces momentos inconexos pero con una base común: el poder para cambiar la percepción de las cosas. Y empezó todo con lo que podría recibir por nombre algo así como 'Badajoz, parte I'. Mil agradecimientos debo a Noelia, por todo el apoyo prestado en esos días tan turbios, como a su hermana Laura por ese último empujón. Tal vez el regreso de aquel instante no fue todo lo bueno que cabría esperar; tal vez el desenlace no fuera el esperado. Mas no me arrepiento en absoluto por ello. Gracias a aquellos días y a aquellas personas pude constatar lo que ya sospechaba: que no estaba tan solo como parecía, que encontrar algo parecido a una familia era tan sencillo como romper a cabezazos los prejuicios y las conclusiones egoístas y favoritistas con las que nos habían engañado tanto en un lugar como en otro.

Luego vino el curso de alemán. Y con él, Laura Bravo, esa manzana loca con complejo de pony que, sin comerlo ni beberlo, me dio más de lo que ni ella ni yo podríamos esperar. Encontré el equilibrio en mi mente, o al menos lo único lo bastante parecido como para recibir ese nombre. Encontré la fortaleza en el apoyo de Badajoz, así como en mi hermano menor y mi hermanita Leah. Pero me faltaba lo más importante y, sin siquiera saber cómo, fue esta compañera y ahora amiga la que me lo dio: ganas. Tanto es así, que a pesar de haberla conocido en el curso de alemán, la considero como algo independiente y anterior, el 'efecto Laura'.

¿'Efecto Laura'? Ánimo, ganas, decisión... llamadlo como queráis. Pero es ella la responsable del nacimiento de nuevos objetivos; ella, la culpable del regreso de otros anteriores. Literatura, musica, blog... Es Laura, casi de rebote, el origen de todo esto, partiendo por el hecho de que esta entrada vea algún día la luz. La mano tendida que por primera vez desde que empezó todo esto (aquella madrugada entre el 2 y el 3 de enero), se ofreció a sacarme de la depresión sin siquiera saber que lo estaba haciendo. Después han llegado 'Badajoz, parte II', y por supuesto mi reencuentro con viejas amistades a las que no veía, en algún caso, desde hacía al menos 4 o 5 años. ¿Fecha? 30 de diciembre. "Como si unas horas, tal vez incluso un solo instante, no bastasen para dar al traste con todo o, por el contrario, para ofrecer un nuevo enfoque desde el que ver las cosas con una perspectiva totalmente distinta." Pero ninguna de las dos cosas habría tenido lugar sin el 'efecto Laura'.

De modo que, ¿mi balance del año? A estas alturas, es lo que se esperaba, ¿me equivoco? Mi balance es que, tal como dije hace hoy 366 días, 2012 ha sido un año para olvidar. Pero también un año para recordar. Ha supuesto un retroceso, sin duda. Retroceso a un ambiente familiar desfamiliarizado. Retroceso a una dependencia, especialmente la económica. Retroceso a un estado de soledad casi permanente. Pero también retroceso a otro ambiente familiar que sin comerlo ni beberlo perdimos por culpas ajenas, y que aún hoy por culpas ajenas no termina de fluir como debería. Pero fluirá. Retroceso también a unas amistades que desaparecieron, es cierto (y no lo reprocho, también yo lo hice), pero que ahí están. Con cientos de anécdotas y lógicamente muchos cambios, pero en esencia tan frescas como entonces. Retroceso a la ilusión de completar algo, de alcanzar unos objetivos que, no nos engañemos, habían desaparecido en mí ya antes de aquella madrugada del 2 al 3 de enero. Retroceso, por supuesto, a este mundo de los blogs, y también a ver de nuevo alguna cara conocida y querida. Retroceso, sí... pero a veces es bueno retroceder un par de pasos para ver las cosas con perspectiva, ¿no?

Y para terminar, pues creo que sólo resta agradecer a todo el mundo que ha aparecido o reaparecido en mi vida, directa o indirectamente, en este 2012. A Ceo, actual pareja de mi ex y razón por la que me los pusiera y posteriormente me dejara (no, no es ironía, de no ser por la maldita hora en que apareció, nada de todo lo demás habría ocurrido). A mi hermanísima Leah, que la quiero con locura, y a mi hermano David, que no es que haya aparecido este año, pero sí ha sido un pequeño descubrimiento. A Rocío por supuesto, pues intuyo que conocerla y desengañarme con ella tuvo mucho que ver en mi 'Revelación'. A todos los del curso de alemán: a Laura por todo lo ya mencionado, y por demostrarme que aún queda gente en la que se puede confiar; y al resto por demostrarme que, precisamente poder confiar en alguien, sigue siendo una excepción. Gente como ellos hace que cada día valore más a los que no son como ellos. A mi familia de Badajoz, especialmente a aquellos que, sin tener que demostrar nada, han enseñado mucho. A esas personillas que uno conoce 'de rebote' pero que resultan ser magníficas personas, Andrea y Cristina. A mis amigos desaparecidos y reaparecidos hace sólo unos días, por razones obvias; y también a Patty, mi camarada bloguera a la que siempre es un placer volver a leer. Me faltó Angie, a quien tengo un increíble cariño y de quien guardo un hermoso recuerdo. No pudo ser en 2012, pero sí que espero volver a tener noticias tuyas pronto.

Sólo una nota más que añadir, para todos aquellos que quizás no se han parado en realidad a analizar el pasado año con perspectiva. A todos los que se dejan llevar por la negatividad de un año quizás no tan negativo como creen:

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