Ella es sabia, pero también coqueta, y gusta siempre de recoger lo más hermoso de los lugares que visita. Por eso ella, la luna, viste siempre tan bella. Y muchos la observan en la noche por esa belleza, por ese encanto especial que la hace única. Pero no es ese mi caso. Yo sé de dónde proviene su luz: proviene de mi propia estrella, de mi propio cielo. De esa estrella que jamás llegué a ver, pero que cada noche me hace soñar con que eso pueda llegar algún día a cambiar. De ese cielo que a cada segundo se me antoja más cercano y a la vez más inalcanzable.
¿Yo? Yo observo a la luna porque sé que ella refleja la energía que mueve el mundo, y se cubre con la mayor belleza que en él se pueda hallar. Yo la observo porque mi estrella tiene nombre y apellidos, y aunque en vivo jamás la haya visto, sé que algún día la luna tratará de emular su grandeza. Y entonces ya no contemplaré la luna... tan solo la contemplaré a ella.
A ti.
1 comentario:
Que hermoso, enserio me encanta como escribes, siento que cada una de tus palabras plantadas aquí, toman su fragilidad y en el interior me producen mucha tranquilidad...
Si es cierto, no lo voy a negar, en el fondo siento que me haces rotar mi mundo a 180 grados, con el solo hecho de entrar aquí e instalarme a leer, un beso, te quiero mucho, jamas lo olvides.
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