jueves, 27 de diciembre de 2012

La eternidad en un suspiro
(Insomnio)

No sería capaz de explicar con total certeza los motivos de mi insomnio, tan solo sé que cada noche hace la tarea de dormir un poco más dura que la anterior. De no ser porque es físicamente imposible, diría que tal vez es por dormir demasiado. ¿Demasiado? Sonaría a chiste de no ser porque el malestar con el que me levanto no me hace ninguna gracia. Podría ser que en mi cabeza se agolpen demasiados pensamientos, demasiados asuntos pendientes como para bajar la guardia y descansar. Porque todo en estos días constituye un asunto pendiente; me exijo cada día más, y cada día soy capaz de menos. Todo lo malo se puede cambiar, todo lo bueno se puede mejorar. Y mientras tanto acechan los miedos.

Es cierto que mi vida ha dado giros, tumbos y piruetas en los últimos meses. No muchos lo han visto, la mayoría de quienes me rodean ni siquiera se han percatado de ello. Pero en lo más profundo de mi ser han cambiado muchas cosas en apenas un par de meses. Tal vez mi insomnio se deba a que ni siquiera mi cama sigue en su sitio para acoger mi letargo. Desde aquel viaje a mis raíces he sufrido y disfrutado, reído y llorado tanto, que a veces me parece que estos dos meses hayan pasado en cuestión de segundos; otras veces, cosa de años. Y se aprende, se aprende tanto que apenas me reconozco. La duda prolifera en mí a cada instante.

Me siento culpable a ratos, sospecho haber sido el detonante de toda esta vorágine de cambios que se ha producido a mi alrededor. Desaté el saco de los truenos por no conformarme con palabras ajenas, y desde entonces he descubierto mis mayores virtudes, pero también mis peores defectos. Me he sentido la criatura más afortunada sobre la faz de este infesto planeta, y por momentos también la más estúpida. He visto a mis barreras derrumbarse una a una, sepultando a mis principios con cada sacudida. Y las he visto crecer más sólidas e inquebrantables que nunca, y a mis valores volar aún más alto hasta casi sentirlos lejanos de nuevo.

No sé si todo este tiempo he sido un valiente, o quizás un insensato. Sea como sea, lo cierto es que jamás he tenido miedo de nada, ni siquiera de la muerte (a la que en alguna ocasión incluso he buscado). Y sin embargo ahora, temo por cada palabra, por cada gesto. No por mí, sino por las consecuencias que mi saco de truenos puede tener sobre las poquitas personas a las que quiero. En estos dos meses he vuelto a sentir tantas cosas... 25 años forjando una red de teorías que diesen forma y sentido a mi vida, pero cuando una de tales teorías dejó de parecerme convincente, toda la red cayó en un suspiro. ¿Y ahora qué? Ahora volver a empezar, volver a creer, volver a confiar... ¿confiar? Tal vez. Y quizás algún día, volver a descansar.

No hay comentarios: